A good teacher never stops learning!: ¿UN FUTURO CON BUITRES?

dimarts, 26 de febrer del 2008

¿UN FUTURO CON BUITRES?

He decidit recuperar aquest escrit que vaig fer a la FTI l'any 1994 i que m'ha portat a reflexionar i arribar a la conclusió de que... els temps no han canviat gaire!



La ecología de la ciudad moderna pone en peligro a toda especie de costumbres placenteras. De ahí que, dentro de algunos decenios tal vez no haya ningún elefante, ni ballena, ni rinoceronte, ni oso, ni pingüino. Lo único seguro es que habrá buitres: su capacidad de adaptación y recuperación parece no tener límites. El buitre no es un asesino. Ni siquiera un ladrón de cadáveres. Es, en todo caso, el encargado de hacer el trabajo sucio: regular que se cumpla lo mejor posible el ciclo programado por la naturaleza, el "todo por el poder". En la sociedad moderna se estimula la obsesión por la búsqueda de dinero, confort, éxito y, sobre todo, el ideal de perfección. Esta competitividad fomentada con el fin de mantenerse a flote ya se arrastra de generaciones anteriores y forma parte de una civilización en la que el virus de la corrupción se propaga indiscriminadamente en todos los ámbitos, y, dicho sea de paso, no ayuda en nada a superar la maldita crisis. Lo más gracioso es que no hay alternativa alguna que permita romper con este modelo de sociedad porque se ha llegado a un extremo fatal.

Pero,!A lo hecho pecho! La crisis económica es el único patrimonio del que dispone, hoy por hoy, el heredero del desarrollo y con ella llegó el paro y la escasez de viviendas !Hay demasiada gente y muy poco para elegir! En medio de tanto desarrollo, el despido masivo debido al incontenible avance de la robotización y la hiperinformática es un peligro inminente. Estudiar durante cinco o seis años y después enfrentarse a esta cruda realidad no es, precisamente, la mayor aspiración del joven universitario; la cenicienta del mercado laboral. Si bien es cierto que alguno se salva de la quema del INEM con mayor facilidad que otros, esta generación, a la que le toca el relevo en el poder, tiene que afrontar hoy en día, uno de los fantasmas más terribles, el desempleo. De este modo queda categóricamente desmentido el mito que parte de la base que la enseñanza garantiza la salida profesional y se habla de la universidad como de una fábrica de parados.

¿Se hallará el heredero del futuro sumido en la duda, la incertidumbre y la inseguridad? Lejos de eso, se sabe lo que se quiere, desde que se nace se enseña a consumir, fumar Marlboro y vestir Levis, y también se aprende que dormir seguro en el hogar paterno, donde, además, se vive cómodamente hasta los 35 a expensas de papá y mamá que pagan las cuentas, es lo mejor que puede sucederle a cualquier joven de esta generación. Llegados a este punto, no es raro que el sociólogo Manuel Martín Serrano afirme que "la familia es un colchón que mantiene a miles de parados jóvenes". Lo malo es que ni siquiera la especie que se halla totalmente protegida está a salvo de furtivos, cazadores y especuladores. Se vive una carrera contra el reloj, para llegar a salvar a la generación del desencanto. En este mundo ya no hay lugar para la propia creación, ni el ocio y tampoco para las divagaciones que, al fin y al cabo, es lo que debería importar para que uno llegue a sentirse realizado. De modo que, cuando se sale del cascarón prevalece la solución individual frente a los intereses generales; sino se sigue adelante se corre el peligro de quedarse tirado por el camino y de que nadie acuda en auxilio. Hay que buscarse la vida para encontrar un puesto de trabajo, estudiar la carrera que a uno le apetece, prepararse bien, emanciparse, vivir con pareja... y, en definitiva, lograr llegar hasta donde se alcanza en sueños. Se debe proteger al buitre y salvarlo de su extinción para mantener el equilibrio y la salud de la naturaleza. Ya se sabe, se trata de todo ese asunto del "poder" y de llegar a conservarlo.

Pero, ¿No se está exagerando? Ahora se vive para trabajar en vez de trabajar para vivir. El empeño por lograr metas y aspiraciones exorbitantes imposibilita el descanso y pone en peligro la salud y la calidad de vida ¿Tal vez se duda de ello? Solo cabe ir y preguntar a los médicos para que se corrobore el hecho. Se produce una desintegración a cámara lenta: Ya no hay valores ni promesas ni objetivos. Ante el fraude y el desencanto reinantes, todo el que aguarda el relevo se encoge de hombros y se lava las manos. Si acaso ya se preocupará cuando emprenda la tarea de cambiar el mundo. El que es osado no solamente da la espalda, sino que se hunde en el pasotismo, la droga, la superficialidad y el sexo sin amor. Su forma de quejarse es aliarse con todos aquellos valores contra los cuales otros, los que ahora se hallan en el poder, lucharon en el "glorioso" Mayo del 68. La cifra del desencanto y el nulo compromiso habla por sí sola: un 40% de los jóvenes afirma no interesarse en absoluto por la política y un 30% muestra escaso interés. Todo eso muestra una marcada desconfianza hacia los políticos, la Europa unida, la democracia y el Estado de bienestar. Ya nadie se cree estas supercherías ¿No ha oído hablar del techo de cristal que impide ascender? Si se quiere romperlo se debe poner a prueba el coraje, las ganas y las aptitudes que uno posee ¿No es cierto que la indiferencia está fuera de lugar y que pasa por ser el mayor basurero que existe? A fin de cuentas el enemigo de los elefantes, las ballenas, los rinocerontes, los osos y los pingüinos está y los acecha. Pese a ello, el animal que, como ellos, es individualista de vocación, aun cuando lo encierran en el zoológico, conserva su sonrisa irónica y su mirada socarrona con la esperanza de que algún día llegará a ser libre.

Parece ser que lo peor del momento ha pasado, se ha tocado fondo y ya se observan signos de recuperación. Lo cierto es que este proceso no va a ser ni espectacular ni rápido; lo único seguro respecto a una crisis es que se acaba saliendo de ella. Salvar a la generación que viene es una responsabilidad histórica ineludible. Si no se quiere dar un penoso espectáculo hay que ponerse manos a la obra, aun a riesgo de que la especie de costumbres placenteras acabe por convertirse en un buitre. Para cuando la recuperación llegue, hay que estar dispuesto a competir una vez más. Es cierto que se atraviesa un momento difícil, pero llegar a despuntar es sólo cuestión de voluntad.





Barcelona, Mayo de 1994